Buscando a Buenos Aires en Madrid
Entre el tiempo que viví en Nueva York y el que llevo viviendo en Madrid, ya hace más de 10 años que estoy fuera de Argentina.
Me fui a buscar trabajo a Estados Unidos a los 28 años.
No fue fácil, para nada. Hubo muchas idas y vueltas. Y a las 3 semanas exactas de haberme instalado en Nueva York, finalmente con mi visa de trabajo, la cual me costó un huevo conseguir, fue el atentado a las Torres Gemelas. Y en ese momento sentí que prefería que me pisara el 60 antes de morir por una causa que no me pertenecía. Al mes, me volví por unas semanas a Buenos Aires, como para decidir qué hacer. Y volví a Nueva York, sabiendo que si explotaba un Chaskibun, se acababa el viaje. Hasta ahí fue un viaje que duró casi 6 años.
Volví a vivir a Argentina cuando mi hija cumplió 8 meses. Estaba feliz, realmente feliz de haber vuelto. Amaba poder estar con mis viejos, con mis amigos, con mi marido y con mi hija en mi ciudad. Amaba tener lavarropas y ascensor, cosa que en Nueva York no es del todo habitual.
Fast forward.
Después de 12 años, volví a sentir que no estábamos bien en Argentina. Ojo, aclaro que mucho de esta sensación tenía que ver con cuestiones personales y familiares, no solamente con el país.
Era una época compleja, como muchas otras. Se acercaban elecciones presidenciales y escuchaba mucho la frase “Si gana tal, me voy a la mierda”. Y, en nuestro caso, no dependía de eso. Dependía de sentir que ya no teníamos veintipico y que queríamos definir dónde queríamos vivir nuestras vidas y dónde iban a crecer nuestros hijos. Aclaro nuevamente que en esta decisión jugaban cuestiones familiares, que no nos retenían, más bien todo lo contrario. Un poco como el país.
Una decisión así es algo tan personal, es como enamorarse. Tal vez nadie más lo entiende, pero uno lo siente, o no lo siente. Y yo ya sentía que Argentina no era para nosotros. Solo que esta vez ya no se estaba planteando un viaje. Esta vez era irnos. Obvio que uno siempre puede volver, pero cada vez es más complicado, sobre todo con hijos.
Difícilísimo, doloroso y, a la vez, un desafio.
Nos fuimos a Madrid.
Fue durísimo, peor que durísimo. No saber dónde están las cosas y sentirse extranjero no es agradable, pero al menos, hablábamos el mismo idioma. La pasamos mal casi un año, haciendo quichicientos trámites, mudándonos algunas veces, tratando de adaptarnos, tratando de saber dónde estaban las verdulerías, los supermercados, los bares, las cosas en general. Buscando a Buenos Aires en Madrid. Eso que dicen que Madrid es parecido a Buenos Aires y viceversa, bullshit! Habrá algunos pocos edificios parecidos pero eso es todo.
También tenía la fantasía de que los españoles eran lo más parecido que iba a encontrar a los argentinos fuera de Argentina, más bullshit! Lo más parecido que vi, hasta ahora, son los italianos. Italia es más un quilombo, uno se siente más en casa, en cambio España es muy distinto: todo funciona y no estamos acostumbrados. Me llevó tres meses cruzar las calles sin miedo a que me pisen. Me sigue sorprendiendo que no me puteen si hago mal una maniobra con el coche. Aún espero la puteada. Y me sigue sorprendiendo que casi todo funcione, etc.
Facundo Cabral lo dijo claramente: “No soy de aquí, ni soy de allá”.
Lo que me resulta más triste es que las pocas veces que volví a Buenos Aires, tampoco me siento de ahí, también me siento un poco extranjera. Ya no sé muy bien quiénes salen en las revistas de chismes, por ejemplo… y, aunque leo los diarios argentinos todos los días, ya me pierdo el día a día.
Ahora nuestra casa está en Madrid y eso es rarísimo. Jamás lo imaginé, pero es así.
A veces, como para sentirme menos extranjera, me digo que mis abuelos nacieron en el este europeo, como intentando convencerme de que volví a donde están mis raíces. Pero no, mis raíces están en Argentina. Mi infancia está en Buenos Aires, mis recuerdos y muchos de mis amigos también. El dulce de leche está ahí. Y no entiendo, cómo siendo primer mundo, esta gente no come dulce de leche, ¿cómo no les gusta? Y es en estos eventos insignificantes, donde me siento más extranjera, donde tengo claro que voy a hablar con acento argentino aunque viva acá toda mi vida. Pues sí.